jueves, 12 de abril de 2012
La Naturaleza del odio
Entender la naturaleza del odio resulta una tarea bastante complicada, existen estudios muy serios al respecto y este servidor solo pretende darle su humilde opinión al respecto. El odio fue quizás el motor que generó las guerras más atroces del siglo XX, como lo fueron la primera y la segunda guerra mundial, episodio que demuestra cuan bajo y miserable podemos caer como seres humanos, solo pensar en la Shoa (Holocausto judío) donde fallecieron más de 5 millones de personas me hacer revolver el estomago y me produce nauseas.
El odio por si solo tiene varias aristas pero que convergen en algo común, el RESENTIMIENTO, no existe un sentimiento más devastador para un individuo que ser resentido, porque no solo pensará que no es culpable de sus propio problemas sino que le achacará sus miserias a otros. El resentimiento es el paso previo al odio ya que intenta buscar de cualquier forma un enemigo artificial, crear un alter ego, un enemigo imaginario que sea producto de su odio.
El odio también tiene su carga de idolatría a cuestas, puesto que es un sentimiento que solo se preocupa por atender necesidades personales, por lo que la persona o sistema a odiar se convierten en el producto de la idolatría, también es catalizador de peleas tal como lo expresa Proverbios 10:12
El odio despierta rencillas; pero el amor cubrirá todas las faltas.
En nuestro país se ha levantado una carga de odio en donde absolutamente todos somos responsables, ya sea por acción o por omisión; no aceptar las distintas ideologías nos han llevado a ser recalcitrantes; inclusive algunos ministros y pastores han utilizado el púlpito para expresar sus ideas políticas personales, algo que esta absolutamente vedado por las escrituras.
Ahora viene la parte más difícil y es combatir el odio con amor, el insulto y la descalificación con argumentos y palabras sazonadas con la gracia de nuestro Dios, como pueblo creyente no podemos caer en la dinámica ni en la naturaleza del odio, no puede ser que las ideologías puedan más que nuestra propia fe en Dios.
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